Desde la época de tu padre hasta hoy, poco ha cambiado. Eduardo sigue fiel a su legado, a sus métodos artesanales y a su taller original, trabajando con la forja, el plato de tracción, la tenaza e innumerables herramientas. Pero hay algo especial: todo está hecho a cuatro manos —las suyas y las de su hijo Tiago—, como un dúo musical, tocando ambos el mismo Stradivarius: filigrana.